jueves, 6 de mayo de 2010

El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.

Evangelio según san Juan 14, 23-29
23Jesús le respondió: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
24El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
25Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
26Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
27Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!
28Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes». Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
29Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Y para terminar, Jesús les dijo:
Levántense; salgamos de aquí.


Comentario

Quien ama a Jesús guarda su palabra, la palabra de la que Él dice: «Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado» (Jn 14, 24). Quien ama a Jesús vive de su Evangelio. Cristo es el Verbo del Padre. En Él se realiza la plenitud de la verdad, que está en Dios y que es Dios mismo. Él «se hizo carne» (Jn 1, 14) para transmitirnos esta verdad con palabras humanas, con obras humanas y, en definitiva, en el acontecimiento pascual de la cruz y la resurrección. Ahora Cristo dice: «Me voy al Padre» (Jn 14, 28). Eso es para Él motivo de alegría divina, una alegría que desea comunicar a sus discípulos. Con la humanidad que asumió, el Verbo vuelve a su fuente, al eterno manantial donde, sin ningún inicio, tiene su inicio.”
(Juan Pablo II. Homilía del 21 de mayo 1995)

"El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho" (Jn 14, 26). Esta es la gran promesa que hizo Jesús durante la última Cena. Al acercarse el momento de la cruz, tranquiliza a los Apóstoles, diciéndoles que no se quedarán solos: el Espíritu Santo, el Paráclito, estará con ellos y los sostendrá en la gran misión de llevar el anuncio del Evangelio a todo el mundo.

En la lengua original griega, el término Paráclito indica al que acompaña, para proteger y ayudar a una persona. Jesús vuelve al Padre, pero continúa la obra de enseñanza y animación de sus discípulos mediante el don del Espíritu.

¿En qué consiste la misión del Espíritu Santo prometido? Como acabamos de escuchar en el texto tomado del evangelio de san Juan, es Jesús mismo quien la explica: "Será él quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho" (Jn 14, 26). Jesús ya ha comunicado todo lo que quería decir a los Apóstoles: con él, Verbo encarnado, se ha completado la revelación. El Espíritu hará "recordar", es decir, comprender en plenitud y vivir concretamente las enseñanzas de Jesús. Esto es lo que sucede aún hoy en la Iglesia. Como afirma el concilio ecuménico Vaticano II, bajo la guía y con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, "la Iglesia camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad divina, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras de Dios" (Dei Verbum, 8).
(Juan Pablo II homilía del domingo 21 de mayo del 2001)

1 comentario:

Ricardo, sdb dijo...

El amor es la clave para entrar en el misterio de Dios. Sólo el que ama puede verdaderamente salir de la indiferencia ante tantos elementos que nos rodean en la sociedad y que muchas veces apagan la luz de nuestro corazón. El amor despierta anhelos, rompe hielos y ante todo, abre las puertas de la autentica aventura de la vida. Ahora bien, el punto clave es ¿a quién amar? ¿a quien dirigir esta faceta que me hace más y mejor persona?. El Evangelio de este domingo nos invita a tirar a lo más alto, a lo más pleno...amar a quien de verdad es el Amor....y este amor necesariamente también nos lleva a la fidelidad, nos arrastra a lo mejor de nosotros mismos, con la fuerza de la "Palabra" pronunciada desde hace siglos, incluso desde antes que se formara el mundo: "TE AMO, TU ERES MIO(a), TU ME PERTENECES"...(Is 43,4)