martes, 8 de diciembre de 2009

La Alegría del Compartir

TEXTO DE LUCAS 3, 3. 10-18


3 Juan fue entonces a la región cercana al río Jordán. Allí le decía a la gente:
«¡Bautícense y vuélvanse a Dios! Sólo así Dios los perdonará.»
10 La gente le preguntaba:
—Y entonces, ¿qué podemos hacer?

11 Él les respondía:
—El que tenga dos mantos, comparta uno con quien no tenga nada que ponerse.
El que tenga comida, compártala con quien no tenga nada que comer.
12 Vinieron también unos cobradores de impuestos y le preguntaron a Juan:
—Maestro, ¿qué podemos hacer para salvarnos?
13 Juan les contestó:
—No le cobren a la gente más dinero del que debe pagar.
14 Unos soldados preguntaron:
—Juan, ¿qué podemos hacer nosotros?
Él les contestó:
—Ustedes amenazan a la gente y la obligan a que les dé dinero. Sólo así le prometen dejarla en paz. ¡No lo vuelvan a hacer, y quédense satisfechos con su salario!
15 Todos se admiraban y querían saber si Juan era el Mesías que esperaban. 16 Pero Juan les respondió:

—Yo los bautizo a ustedes con agua. Pero hay alguien que viene después de mí, y que es más poderoso que yo. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. ¡Yo ni siquiera merezco ser su esclavo! 17 El que viene después de mí separará a los buenos de los malos. A los buenos los pondrá a salvo, y a los malos los echará en un fuego que nunca se apaga.
18 De este modo, y de otras maneras, Juan anunciaba las buenas noticias a la gente.

COMENTARIO


Evangelio. Lucas (3,10-18): La alegría del compartir (Fray Miguel de Burgos http://www.dominicos.org/predicacion/homilias/13-12-2009/comentario-biblico)
III.1. El evangelio es la continuación del mensaje personal del Bautista que ha recogido la tradición sinóptica y se plasma con matices diferentes entre Mateo y Lucas. Nuestro evangelio de hoy prescinde de la parte más determinante del mensaje del Bautista histórico (3,7-9), en coincidencia con Mateo, y se centra en el mensaje más humano de lo que hay que hacer. Con toda razón, el texto de los vv. 10-18 no aparece en la fuente Q de la que se han podido servir Mateo y Lucas. Se considera tradición particular de Lucas con la que enriquece constantemente su evangelio. No quiere decir que Lucas se lo haya inventado todo, pero en gran parte responde, como en este caso, a su visión particular del Jesús de Nazaret y de su cristología.


III.2. Por tanto, podemos adelantar que Lucas quiere humanizar, con razón, el mensaje apocalíptico del Bautista para vivirlo más cristianamente. En realidad es el modo práctico de la vivencia del seguimiento que Lucas propone a los suyos. Acuden al Bautista la multitud y nos pone el ejemplo, paradigmático, de los publicanos y los soldados. Unos y otros, absolutamente al margen de los esquemas religiosos del judaísmo. Lucas no ha podido entender a Juan el Bautista fuera de este mensaje de la verdadera salvación de Dios. Este cristianismo práctico, de desprendimiento, es una constate en su obra.


III.3. Nos encontramos con la llamada a la alegría de Juan el Bautista; es una llamada diferente, extraña, pero no menos verídica: es el gozo o la alegría del cambio. El mensaje del Bautista, la figura despertadora del Adviento, es bien concreto: el que tiene algo, que lo comparta con el que no tiene; el que se dedica a los negocios, que no robe, sino que ofrezca la posibilidad de que todos los que trabajan puedan tener lo necesario para vivir en dignidad; el soldado, que no sea violento, ni reprima a los demás. Estos ejemplos pueden multiplicarse y actualizarse a cada situación, profesión o modo de vivir en la sociedad. Juan pide que se cambie el rumbo de nuestra existencia en cosas bien determinantes, como pedimos y exigimos nosotros a los responsables el bienestar de la sociedad. No es solamente un mensaje moralizante y de honradez, que lo es; es, asimismo, una posibilidad de contribuir a la verdadera paz, que trae la alegría.


·         Alegres como en días de fiesta


La liturgia de este domingo nos invita a cultivar la espiritualidad de la alegría desde la praxis de la justicia. Esperar al Señor supone  desprendimiento de lo que nos ata,  compartir lo que somos y tenemos,  ensanchar nuestra mesa. Esta espera activa, debe ahuyentar la tristeza que nuestro mundo herido nos depara, porque la fuente de nuestra alegría  es el Señor que viene. Radica, también,  en la esperanza de que un mundo más justo y humano es posible, porque  Dios es fiel y cumple sus promesas:”No temas…El Señor tu Dios, en medio de ti…se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta (Sof 3, 16-18) ¿Me comprometo con las causas justas? Desde ese compromiso ¿trasmito alegría a los demás?

·         Necesidad de discernir

La predicación testimonial de Juan el Bautista pone a pensar a la gente, suscita preguntas: “¿Qué hacemos nosotros?” han comprendido que no basta escuchar, sino que hay que actuar. Esta pregunta sigue vigente si consideramos el problema del hambre en el mundo, el problema de los desplazados, el tráfico de niños y mujeres, y tantas lacras sociales que contemplamos cada día. Por eso, es necesario cultivar una espiritualidad de ojos abiertos para discernir los signos de los tiempos y ser agentes trasformadores/as de nuestra historia ¿Contemplo y considero la realidad que me circunda? ¿De qué manera me involucro?

·         Signos de conversión

Generalmente, nos conformamos con no hacer mal a nadie,  algunas prácticas religiosas y dar alguna limosna. Acoger la  venida del Señor requiere ampliar el abanico de nuestros compromisos, para con Dios y para con los demás. Invita a cultivar, con hondura, nuestra interioridad, siendo más gratuitos en los espacios de oración. Respecto a las personas, ser más sensibles, poniéndonos en su lugar y siendo solidarios, particularmente, con las más desfavorecidos. Las clases sociales que nos presenta Lucas: la gente pobre del pueblo, recaudadores de impuestos y militares del ejército de ocupación, siguen vigentes con otros nombres, invitándonos a la solidaridad, a la ética profesional y a una convivencia pacífica. Esta solidaridad debe alcanzar a la Madre Tierra, la cual también grita a causa del mal trato que le damos. ¿Estoy haciendo un camino de conversión?

·         Precursores/as como Juan

Con frecuencia nos puede el afán de ser los primeros/as, los vencedores/as, dejándonos llevar de la vanidad y olvidándonos de cuál es exactamente nuestro lugar. Juan el Bautista es el prototipo de persona humilde y lúcida: “…viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias” (Lc 3, 16) Tiene claro que su misión es preparar el camino para que el sembrador, Jesús, lo fecunde con su palabra. Ser portador de una Buena Noticia ¿Cómo nos situamos en la Iglesia? ¿En la Comunidad? ¿Nos ponemos detrás o delante de Jesús? ¿Delante o detrás de los demás?

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